El presente relato fue extraído del Blog de Sade, en respuesta a ciertas declaraciones del director del Departamento de Fisiología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, en la cual él asevera en base a estudios que el Toro de Lidia no sufre dolor cuando es picado o embanderillado ... difícil de creer ... pero según su estudio (aún inconcluso) esto parece ser su verdad ... nosotros creemos lo contrario por lo mismo publicamos el siguiente cuento ... ustedes podrán sacar sus propias conclusiones al igual que nosotros...
Este cuento está basado en hechos reales y sirve de respuesta a las declaraciones que ha hecho recientemente el doctor Illera, director del departamento de Fisiología animal de la facultad de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, en la revista taurina 6 toros 6, número 656, del 23 de enero de 2007. Sus declaraciones fueron publicadas bajo el título: “Por qué el toro no sufre”
Me han bautizado con el nombre de Bravo. Eso sí, me han puesto una camiseta roja de tirantes y una botas de baloncesto.Durante los cuatro años que vivo a cuerpo de rey, a veces, me someten a una cosa que se llama la tienta, el acoso y el derribo que dicen es para medir mi bravura y mi trapio, aunque en definitiva no es más que para cabrearme. También pasé por otra experiencia desagradable que es el herrado, pero prefiero no recordarlo.
Soy un bóvido, como las vacas frisonas o las charolesas, pero mi destino es diferente. Mientras que a unas las alimentan para producir leche y a las otras para producir carne, a mí me crían para matarme. Bueno, a ellas también las matarán, pero de forma diferente.Un día, cuando más o menos he cumplido los cuatro años, me suben a un camión y me introducen en un espacio no demasiado grande. Alguna vez había subido en algo semejante. Fué cuando era más pequeño y me llevaban a las tientas. Algun amigo también lo utilizó para ir de una dehesa a otra, y otros, para ir al mismo sitio que las frisonas y las charolesas, es decir al matadero.Entre unas cosas y otras, yo me estreso mucho y, entonces, mi sistema endocrino formado entre otras por unas glándulas llamadas hipotálamo, hipófisis y adrenales, se ocupa de descargar unas sustancias llamadas hormonas. Mi sistema nervioso periférico, le dice cuando me estreso a mi otro sistema nervioso, el central, que estoy angustiado, que tengo miedo.
Cuando me bajan del camión me llevan a una especie de cuadras, creo que las llaman chiqueros, en las que me vuelven a encerrar. Si la plaza donde me van a matar es importante igual me tienen allí uno o dos días, y quizás me den algo de comida. Pero si es de esas pequeñas o de esas prefabricadas, lo normal es que muera el mismo día de mi llegada.A mi me tocó en una plaza grande, de esas que se llenan de gente con sus comidas y sus bebidas, sus peinetas, y sus buenos trajes; de esas donde al torero se le pagan muchos millones y los espectadores pagan mucho por ver como me lidian y me matan; de esas a las que va mucha gente importante, empresarios, futbolistas, políticos, actores, músicos, famosos, “famosotes”, incluso a alguna, ha ido el rey de España. Bueno, también va gente más modesta, pero esos se ponen en una zona que llaman tendido de sol o bien ocupan las localidades más baratas.A lo que me van a hacer lo llaman arte, pero la verdad es que nunca supe, ni sabré por qué, y tampoco me importa demasiado.Durante el tiempo que estuve en los chiqueros, ví, que tres de los toros que habían salido al ruedo volvían. Uno vino bastante bien, no sangraba, ni al parecer le dolía nada. Bueno, sí, le dolía una pata y cojeaba. Esa es la razón por la que había sido devuelto. Me comentó que había pasado un gran susto, que eso que había conocido ahí fuera le había estresado mucho. Tenía mucho cortisol en la sangre, pero betaendorfinas pocas. Esto se sabe porque le hicieron unos análisis de sangre cuando regresó. El siguiente en volver, si que estaba hecho polvo el pobre. Un señor subido en un caballo le había clavado varias veces una cosa que llaman puya. La verdad es que sangraba bastante, respiraba muy deprisa, y en uno de los lados de su pecho se notaba palpitar su corazón muy rápido, demasiado. A este también le hicieron unos análisis, pero los resultados eran diferentes. Tenía muy altas las betaendorfinas y también las catecolaminas, pero las cifras de cortisol no eran las esperadas, si como él decía había sufrido tanto. Será exagerado el tío, pensé para mis adentros. El tercero que volvió estaba más fastidiado que el anterior. De su cuerpo manaba mucha más sangre, y de su boca también salía algún hilillo rojo. Se movía muy despacio, mugía. Me murmuró, porque no podía casi expresarse, que además de los puyazos, le habían puesto banderillas. Efectivamente, sobre su lomo sobresalían unas cosas alargadas. Unos señores se las fueron retirando y ví que sus puntas eran una especie de arpones. Al quitarlas salieron unos enormes chorros de sangre. A éste también ví que le sacaban sangre para los análisis. Los resultados, según dice el veterinario que los hizo, eran parecidos al que habían devuelto antes, pero las tasas de cortisol tampoco eran las esperadas. De betaendorfinas también andaba sobrado, y de catecolaminas. Que raro pensé yo, será como dicen los que defienden la “fiesta”, que somos unos exagerados, que el sufrimiento que padecemos no es tan grande. Dicen además que como tenemos la sangre llena de betaendorfinas, somos capaces de neutralizar el dolor, y casi sentir placer.
Estaba yo absorto en estos pensamientos, cuando de repente oí mucho alboroto, música y gritos. Me azuzaban para conducirme por un camino limitado a ambos lados por tablones y de pronto, sentí un dolor importante en mi zona dorsal. Antes de salir a la plaza también me habían propinado algún “garrotazo”. Me habían pinchado y clavado una cosa que llaman divisa. Me sentí nervioso, asustado, tenía miedo. Soy un toro, así que los mecanismos de defensa psíquica como es pensar en otras cosas o tener conciencia de lo que está pasando que ponen en marcha otras especies como los humanos, yo no puedo utilizarlos. De repente mi sistema nervioso periférico le ha dicho a mi cerebro que les diga a mis glándulas que secreten las hormonas del estrés. Mi hipotálamo va a producir mucho CRF, que le dirá a mi hipófisis que produzca mucha ACTH, que a su vez le dirá a mis adrenales que descarguen mucho cortisol. Lo que quiere mi organismo es tranquilizarme, volver a la normalidad mi respiración acelerada, decirle a mi corazón que deje de latir fuerte. Pero no, es imposible. Acabo de salir a un recinto abierto, con un piso de arena fina y me veo rodeado de un gran gentío que grita, grita y aplaude. No sé donde estoy, y esto me asusta aún más. Mis glándulas descargan más hormonas, mi sangre se inunda de cortisol. Bueno, y también de adrenalina, y de noradrenalina, que son catecolaminas. También estoy descargando algunas betaendorfinas.
Así ocurre tres o cuatro veces más, no recuerdo. La segunda vez he intentado empitonar con mis cuernos al de las banderillas, pero las fuerzas no me responden. Con el tercero no he tenido ni fuerza para correr, me he rendido, ha pasado a mi lado y casi me he quedado quieto. Estoy agotado. Nuevas banderillas, más dolor, más y más.Dicen que cuanto hay un estrés se pasa por tres fases: la primera es la que llaman de alarma, la segunda la llaman de adaptación o de resistencia y la tercera es la de agotamiento. En las dos primeras el organismo descarga catecolaminas y cortisol en cantidades importantes. ¿Y que pasa en mi sangre?, ¿que hace mi cuerpo ante tanto dolor, ante tanto destrozo? ¿Qué puede hacer mi especial organismo para contrarrestar tanto sufrimiento? Recuerdo que antes de salir a la plaza, y en los primeros momentos, la ACTH y el cortisol, como consecuencia de mi miedo y mi ansiedad circulaban por mi sangre en grandes cantidades. Si me hubieran sacado sangre en este momento, los valores de estas hormonas, según los últimos estudios, estarían elevados pero no muy lejanos a los que tenía cuando estaba en la dehesa viviendo tranquilamente. Que raro, algo está pasando. ¿Será que ya no estoy estresado? ¿Será que ya no sufro? ¿Será que me he adaptado? ¿Influirá que me estoy agotando?La respuesta la tienen esos buenos médicos que intentan evitar el dolor en sus pacientes antes, durante y después de las operaciones. Han descubierto que cuando el sistema nervioso no está intacto, como estaba el mío cuando me subieron al camión y cuando estaba en la plaza antes de la lidia, la transmisión nerviosa no funciona adecuadamente. Quiero decir que como me han metido puyazos y banderillas se han “cargado” parte de esa transmisión nerviosa que debería decirle a mi cerebro que les dijera a mis glándulas que produzcan mas CRP, y como consecuencia más ACTH, y como consecuencia más cortisol para aliviar mi sufrimiento. Pero no se puede, no es científicamente posible. Mis catecolaminas, que se han ido produciendo en grandes cantidades para aliviar mi tensión arterial, mi flujo sanguíneo, mi función cardiaca y mí respiración se están agotando, pero aún así tengo mecanismos celulares que las siguen produciendo. ¿Recordáis?, alarma, adaptación, resistencia, agotamiento.Y qué pasa con mis betaendorfinas. ¿Por qué mi organismo no puede producir cortisol y a estas sí puede producirlas? La respuesta de nuevo la tienen los buenos médicos. Resulta que cuando el sistema nervioso no está intacto, el organismo tiene otro mecanismo para generarlas. Hay células capaces de hacerlo aunque el sistema nervioso esté alterado. Uno de los lugares donde estás células, llamadas de la inmunidad las producen es en zonas próximas a las lesiones, en especial donde se ha producido una lesión y se está desarrollando una inflamación.. Por eso los análisis dirían que mi sangre está cargada de betaendorfinas después de las puyas y las banderillas, pero no tiene el cortisol que debería tener si es que estoy sufriendo tanto.
Lo que vendrá después son lances del estúpido juego al que me someten los humanos. Tengo que embestir de nuevo el trapo rojo del que más euros recibe entre los que me han hecho daño, del matador, del que terminará con mi vida. Mi vida a costa de algo que llaman faena. Efectivamente, me están haciendo una faena, y gorda.Lo cierto es que ya me da lo mismo, estoy muy cansado, estoy agotado, estoy en la última fase del estrés. Quiero embestir, quiero luchar, pero no puedo. La verdad es que durante un rato, a pesar del daño que me han causado, me encuentro un poco mejor, ya no hay puyas, ni banderillas, pero después de tres carreras me encuentro de nuevo muy mal. He vomitado, echo sangre por mis ollares, mis extremidades no me sujetan, me he caído tres o cuatro veces. Cada vez veo peor, pero, aún así saco fuerzas de flaqueza.Por un momento me vuelven a dejar tranquilo. He visto al torero cambiar algo que llevaba detrás del trapo por algo que ha brillado, que tiene más brillo que las puntas de las banderillas. No sé que es, pero tampoco me importa. Vuelve hacia mi, quiere que embista una y otra vez, una y otra vez, sin darme descanso. Cada vez mana más sangre de mi cuerpo. Estoy mugiendo de dolor, estoy sufriendo, estoy agotado, no puedo seguir.
Un gran vómito de sangre sale de mi boca y mi nariz. A paso lento, muy lento, me dirijo a algún sitio donde apoyarme, mis patas ya no me sujetan, estoy cerca de lo que llaman el burladero. ¿Tendrá esto algo que ver con eso que llaman hacer burla? Yo creo que sí, durante un rato se han burlado de mí, haciéndome “entrar al trapo”, haciéndome cargar contra un caballo que yo creía que me hacía daño, haciéndome correr hacia un señor con banderillas en sus manos. La peor burla ha sido la última: el matador ha tirado su trapo al suelo, me ha hecho bajar la cabeza, embestir y me ha clavado su espada. Me he tumbado, quiero que me dejen en paz, quiero morir. Pero no, “ellos no quieren que sufra”. Lo que en realidad quieren es que nadie vea mi agonía.
José Enrique Zaldívar Laguia.Veterinario.
2 comentarios:
El cuento es muy ilustrativo pero creo que inconcluso. Si bien es cierto que el toro aparentemente fallece luego del descabello, la verdad es que no muere aún. De hecho, muere en las carnicerías de las plazas luego de 15 a 30 minutos de agonía. Se han dado casos de toros que se han levantado e intentado escapar mientras son arrastrados fuera del ruedo. Esto quiere decir que, aunque paralizado del cuello hacia abajo, aún siente cuando se le cortan las orejas y se las entregan como trofeo al matador.
creo k no tienes ni pajolera idea de lo k es un toro,a ti te ponia yo enfrente de uno de ellos sin k nadie le pinchara sin ke nadie le hiciese nada y como dices en tu comentario, le das de comer en la mano, total solo se pone agresivo cuando lo cabrean, pero como tu no le haces daño tu trankilo k a ti no te embestira, y menos si llevas un puñado de hierba para darle de comer,en lugar del trapo al k te refieres, seguro k sales ileso so iluso
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